Es costumbre que todo lo que empiece, termine. Y este año, que hemos vivido no muy peligrosamente, no podía ser menos.
O salgan y disfruten, ustedes mismos, que ya son mayorcitos. Un año más concretamente.
Los gaiteros somos, por riguroso orden alfabético: Hermes Zóster, el Doctor Clon, Vanesssa Paez, más conocida como la gorda de Minnesota, Juanita Bowie y Alejandro Arias.
Apreciado y criticado a partes iguales, el príncipe Carlos de Inglaterra, defensor de la caza del zorro y los gintonics, como buena parte de su entrañable pero algo disfuncional y churreal familia, más tampón que hampón según las crónicas y las escuchas ilegales, no es uno de nuestros príncipes favoritos. Ni tan siquiera de los que se llaman Carlos.
Cuando de príncipes Carlos se trata, los gaiteros sólo nos descubrimos ante uno. Iniciados en la realeza de la chanson por Juanita, su seguidora más decidida y resuelta, gracias a su insistencia y savoir faire os proponemos dos joyas para vuestro uso y disfrute.
Con vosotros, Charles Trenet, todo un príncipe.
Nobleza, aunque no sea baturra, obliga.
Con los años, los gaiteros nos hemos ido amansando. Actiudes que antes nos parecían no ya imperdonables sino merecedoras del peor de los castigos, con el paso del tiempo hemos ido tolerándolas, y la paternidad no ha hecho sino acrecentar el proceso.
Nos referimos, como es lógico, a todo aquello que tiene relación con las cosas importantes de la vida y que hacen que ésta merezca la pena vivirse.
Antaño por ejemplo, cuando pedíamos un cortado con leche natural, y nos hacían caso omiso en lo que a la temperatura de la leche se refiere y lo único natural era que nos lo sirviesen como al camarero le pareciese en ese momento olvidando también si lo queríamos corto o largo de café, no nos dolían prendas en hacer notar que no era así como lo habíamos solicitado. De forma educada eso sí, por lo menos las primeras cincuenta veces.
Cuando alguien hablaba en un cine como si estuviese en el mercado de la Boqueria, nuestro enfado nos convertía en una especie de primo lejano y loco, muy loco, de Tony Soprano y tras dejar claro nuestro disgusto, conseguíamos que el energúmeno en cuestión dejase de dar la barrila. Por lo menos durante el minuto siguiente. Minuto arriba, minuto abajo.
Nunca entrábamos en ninguna sala cinematográfica si la película escogida ya había empezado, preferíamos verlas en versión original, porque de esa manera fueron concebidas, de la misma manera que nadie traduce una canción y nos ponía frenéticos que en un pase televisivo cortasen la emisión para poner anuncios o que lo que quedase cortado fuesen las cabezas de los protagonistas por no respetar el formato en que fue rodada.
Actualmente nos hemos vuelto menos exigentes y nos conformamos con que la pantalla del cine escogido sea algo más grande que la tele de nuestro comedor, lo cual no es muy difícil, que los que comen palomitas no nos las tiren encima y sobretodo con que la sala en cuestión esté lo suficientemente cerca para poder ir y volver andando a casa.
Y no hace tanto que cuando algún mercachifle no ya interesado sino supuestamente versado en la cosa cinematográfica despotricaba de las películas de género y en especial de las del oeste, tildándolas de americanadas, lamentándose del genocidio indio, o las musicales, burlándose de qué era eso de ponerse a cantar sin ton ni son, siempre lamentábamos no llevar nuestros zapatos de claqué y no poder bailar sobre sus tumbas o sus cabezas, o las dos cosas a la vez.
Todo eso no obstante, ya pasó. Ya no lanzamos espumarajos por la boca cuando oímos según que comentarios. Que alguien prefiere a Meryl Streep en vez de Barbra Stanwyck pues allá ellos. No, es-que-yo-soy-más-de-Nicole-Kidman, que-mira-como-se-arriesga-en-sus-películas-pero-muy-bien-no-se-quien-es-Carole-Lombard, pues tú mismo con tu metabolismo. Los gaiteros hemos madurado y ya no nos afectan como antes según que cosas.
Pero por mucho tiempo que pase y por muchos hijos que tengamos, lo que nos sigue sacando de quicio son los cantantes-protesta, adalides de las buenas causas, todas ellas muy nobles sin duda y también muy publicitadas. Los Bob Geldorf, Elton John, Sting y otros desinteresados y entrañables personajes. Pero quien se lleva la palma, el rey de todos esos benefactores sin los cuales el mundo aún sería peor de lo que ya es, responde al nombre de Paul David Hewson, más conocido como Bono.
Que los polos norte y sur, de tanto derretirse están a punto de convertirse en uno, allí está él presto y dispuesto para recordárnoslo.
Que en abril ya no hay aguas mil, pues ahí va Bono, el ubicuo e incansable, al rescate.
Que los indios de la tribu de los atahualpa yupanqui se están quedando sin árboles y no tienen ni para flechas, pues festival que te monto en un plis plas.
Que el imperio austro-húngaro no pasa por sus mejores días, me pongo mis mejores pilas y galas y a reverdecer laureles centroeuropeos.
Con sólo mencionar su nombre, especialmente el más cortito, o con ver de lejos sus gafas de sol, durante años nos salían sarpullidos por toda la epidermis. Pues bien, como decíamos, eso ya no es así. Hasta en eso hemos cambiado. Y todo gracias a nuestro ya irreversible proceso de maduración y a la muchanante entrevista que ponemos a vuestra disposición. A los gaiteros no se nos caen los anillos por reconocer nuestros errores por reiterados y longevos que estos sean.
Paul David al desnudo. A sus casi cincuenta años, todavía sigue siendo ese chico que un día dejó su Dublín natal en busca de un sueño. Hablando sin tapujos de lo que supone ser una estrella de la música comprometida con su tiempo y nuestro espacio.
Rock y compromiso. Buenas acciones a cascoporro. Y si no, juzgad vosotros mismos.
Un gran tipo ese Bono oye. Y ya puestos, el otro también.
Desde hace algunos días la escena barcelonesa, elogiada incluso por alguien poco dado a los elogios, excepto para consigo, como Jose Mourinho, probablemente el desempleado más rico del mundo y con toda probabilidad el mejor entrenador de fútbol y varios deportes más que existe, nos ofrece la posibilidad, entre otras muchas, de disfrutar de un nuevo espectáculo. Los mejores sketches de los Monty Python.
Los gaiteros nos hemos reconocido varias veces inasequibles a los encantos teatrales. El reservar los besos en los labios a nuestras parejas respectivas no sólo nos define. También nos excluye de la famosa y entrañable confraternidad actoral. Por suerte para nuestro país, somos minoría. Teniendo en cuenta que uno de cada cuatro de nosotros es o se dice actor, el número de parados aumentaría un 25 %. El resto, como todos sabéis, es teleoperador, mosso o guardia urbano, se dedica a la construcción o tiene alguna profesión relacionada con el turismo.
No sabemos si la obra en cuestión merece o no la pena. La cara de los actores en el poster publicitario hace pensar más bien lo contrario, aunque podría ser que debido a nuestros atávicos prejuicios nos perdamos una velada memorable.
Lo que si sabemos es que actos como éste, o como un musical que actualmente se puede ver en Londres también basado en el iconoclasta grupo británico, demuestran por si alguien lo dudaba, su vigencia e influencia.
No hay cómico o grupo de cómicos de nuestro bello páramo, que no se declare deudor suyo aunque no haya nada en las actuaciones de la mayoría de ellos que les recuerde ni de la manera más somera. Pero es ya tradición que cualquier mercachifle reivindique su legado junto a la de otro cómico nombrado en vano, entrevista tras entrevista, dominical tras dominical, el gran Groucho, del que este verano se cumplieron 30 años de su fallecimiento. Se dice que humoristas tan destacados como Teatre de guerrilla o Imma Mayol o la mismísima Pilar Rahola, los tiene como referencias y cómicos de cabecera.
En todo caso, pasen y vean. Con ustedes, el chiste más gracioso del mundo.
Cuidado, no sólo el tabaco mata. Están avisados.
Es raro encontrar a alguien que reconozca abierta y francamente, sin estridencias, que se ha equivocado.
No es tarea fácil. A todos nos cuesta, aunque no debería ser así, porque si algo nos ha demostrado la historia, además de que es posible matar a cualquiera, como nos susurraba Michael Corleone, es que nos equivocamos. Una y otra vez.
Los gaiteros somos expertos en eso. Nuestra trayectoria vital es un cúmulo de decisiones erróneas y si pudiéramos volver atrás y tomar otras diferentes, sin duda volveríamos a equivocarnos. Por eso es imprescindible para remediar los daños, aprender de nuestros errores y, si es posible, de los aciertos de los demás. A pesar de creer que a los dos años, tirando largo, el carácter ya está forjado y a partir de entonces apenas cambiamos, es necesario seguir intentándolo y tomar a alguien a quien respetemos y admiremos como referencia y en la medida de lo posible, imitar descaradamente sus actitudes.
Si a esa persona preclara le ha ido bien, quién sabe, quizá nos sirva también a nosotros. Es evidente que este método no es garantía de éxito y puede ser catalogado como atrevido, por no decir idiota, pero vistos los resultados de otros mejor valorados, no parece que lo sea más que algunos que seguimos a pies juntillas como el archiutilizado, -hacer lo primero que nos pase por la cabeza-, sin valorar sus consecuencias y sin tiempo de encomendarnos a dios ni al diablo.
Los gaiteros, como defensores del revolucionario método que proponemos y atentos testigos de todo lo que nos rodea y de lo que nos gustaría rodear, hace tiempo que disponemos de diversas figuras en diferentes campos a las imitamos sin disimulo, por diversos motivos, con una falta total de éxito.
El último en sumarse a nuestra lista ha sido Adriano Galliani, figura singular que no necesita presentación pero que aún así nos disponemos a presentar.
Se trata del exitoso administrador delegado del Milan, vigente campeón de la copa de Europa y único caso en la historia del futbol moderno, del antiguo no podemos asegurarlo, que con los mismos jugadores, con una media de 87 años, ha sido también campeón del torneo de veteranos.
Justo es reconocer, ya que no es oro todo lo que reluce, que nuestro nuevo gurú es también el mayor causante de accidentes caseros en su país, simplemente llamando por teléfono y presentándose con su voz ligeramente atiplada y con marcado acento italiano, algo no muy extraño si tenemos en cuenta que nació en Monza. El canguelo que produce en sus interlocutores con sólo estas cuatro palabras,-sono io, Adriano Galiani-, es temido en toda Italia, de los Apeninos a los Alpes, hasta el punto que nosotros, cuyas opciones de que recibamos una de sus letales llamadas son más remotas que la posibilidad de que el Madrid gane este año la Liga o que alguien en este país, aunque sea el presidente de una comunidad de vecinos, conjugue en primera persona el verbo dimitir, hemos decidido restringirnos las llamadas antipasti, perdón, entrantes.
Más allá de sus éxitos deportivos, los cuales no sirven demasiado a nuestro propósito, lo que nos ha decidido a englobarlo dentro de nuestra lista de personalidades a imitar es una de sus últimas declaraciones, en tanto que máximo responsable del equipo italiano y que extrañamente ha pasado un tanto desapercibida:
-"Este verano ficharemos a uno de estos cinco jugadores: Ronaldinho, Eto'o, Drogba, Shevchenko o al Pato".
Equiliquá. Para los menos entendidos en cuestiones futbolísticas digamos que los cuatro primeros de la lista son probablemente cuatro de los seis o siete mejores y más apetecibles futbolistas del mundo y que el Pato, bueno, no tanto. Es, si se nos permite la comparación, más odiosa que nunca, como si dijéramos y he aquí su valor, que esta noche nos ha invitado a cenar una de estas personas: Scarlett Johansson, Penélope Cruz, Charlize Theron, Julia Roberts o Inma Mayol. Aunque no hayamos nunca hablado con ninguna de las cuatro primeras a pesar de que algunas de ellas, se comenta que están rodando una película en Barcelona.
Más aún, en la misma conversación podríamos también decir, sin que nos crezca la nariz, que iremos a cita tan señalada en unos de estos vehículos: en helicóptero, en un yate que ríete tú del de Flavio Briatore, otro de nuestra lista, en un deportivo descapotable a lo James Bond, cuando era James Bond, en una moto con sidecar o en un tren de cercanías de Renfe. Aunque en una mano tengas ya el billete de tren y en la otra el mail que te envío la ilustre concejal del ayuntamiento de Barcelona confirmándote tu invitación para la emocionante velada que te espera. Si llegas a tiempo claro. Y no estarás faltando a la verdad, una de las virtudes, la de decir siempre la verdad, a nuestro entender, más sobrevaloradas que existen.
A pesar no obstante, de los múltiples y variados usos que se nos ofrecen con tamaña estratagema y para contentar a los seguidores de Esopo y Samaniego, sin olvidar a los de Iriarte, por supuesto, por una vez y sin que sirva de precedente, no finalizaremos el artículo de hoy sin describir la moraleja que todo este relato encierra.
Moraleja: Popular y sinuosa urbanización situada en el municipio de Alcobendas, cercano a Madrid, y la favorita de renombrados personajes queridos por todos.
Así pues, a modo de homenaje y agradecimiento por el juego que le podemos sacar a las palabras del Commendatore Adriano, os ofrecemos dos de sus canciones preferidas y que desde ya, en señal de respeto, lo son también nuestras.