miércoles, 30 de enero de 2008

El diablo de Tasmania. Gallardón y calavera



Para quienes nos hemos soñado aventureros pero lo más osado que hemos realizado es fumar en las escaleras mecánicas de El Corte Inglés, la imagen y el recuerdo de algunos actores del Hollywood clásico nos ayuda a sobrellevar nuestras incapacidades.

Entre ellos ocupa lugar preeminente Errol Flynn, nacido el 1909 en Hobart, Tasmania. Ya sea como sheriff, pistolero, militar, pirata, boxeador, legendario en la pantalla y fuera de ella, su presencia nos ha acompañado y reconfortado desde que éramos pequeños.

Príncipe de una época no ya pasada sino que no ha de volver, de personalidad magnética y arrolladora que trascendía sus películas y nos salpicaba a borbotones en la cara, que sabía no ya actuar, sino, -algo que no se puede decir de la mayoría de actores actuales-, leer y escribir con soltura, como demuestra su autobiografía My wicked, wicked ways, libre y castizamente titulada en castellano Gallardo y calavera y que decidió empezar tal que así:

1ª Parte. Diablo de Tasmania, 1909- 1927.

Un diablo de Tasmania (sarcophilus ursinus)
es un carnívoro marsupial conocido
por su extrema ferocidad.


¡Toma ya! Que ya no quedan tipos como él, actores o no, es algo que ya sabíamos. Si nos atrevemos a establecer comparaciones, nunca como en este caso tan odiosas, los resultados, empezando por nosotros mismos serían deprimentes. Si en un alarde de masoquismo y exceso de tiempo libre, en el trabajo por ejemplo, nos dedicásemos a compararlo con nuestros políticos, y nos da en la nariz que con los de otros países, la baja por enajenación mental, no especialmente transitoria no nos la quita nadie.

Mediocres, pelotas, chusqueros, vulgares en sus formas y en el vestir, zafios y marisabidillas, verlos u oírlos es un espectáculo grimoso.

Tras casi cuatro años de campaña electoral se acercan las elecciones generales y todos mueven ficha temerosos, algunos de no perder el chollo, prestos a pillarlo los otros.

El penúltimo capítulo de esta historia ha ocurrido en Madrid y ha tratado sobre el lugar a ocupar en las futuras listas electorales del partido popular. A pesar de haber sido elegidos por sus conciudadanos como alcalde y presidenta de la Comunidad, Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre no se han escondido a la hora de ofrecerse como acompañantes de Mariano Rajoy, eso sí en un lugar destacado.

Todos a estas alturas sabemos cómo ha acabado la trifulca que a los gaiteros nos trae al pairo. Lo que no deja de sorprendernos es la alta valoración que el alcalde de la capital de España tiene no ya entre sus fieles, no en todos es cierto, sino sobretodo en los que no son votantes potenciales de su partido.

Ni gallardo ni calavera, a nosotros siempre nos ha parecido un repelente niño Vicente cuya presencia nos ha causado más bien repelús. Todo en él nos suena a hueco y falso, a pose calculada pendiente siempre de las encuestas. Con chófer y coche oficial desde su primera comunión, hasta su segundo apellido nos produce sospechas y no nos extrañaría que no contento con llamarse Gallardo hubiera decidido aplicarse un sufijo aumentativo.
De cualquier manera nuestras penas, con pan o sin ellas, las destinamos a empresas mayores y si en su partido y en el resto, sus dirigentes deciden comerse como tiburones, mordisco por la espalda va, mordisco viene, no lloraremos por ello.

Preferimos imaginarnos con el verdadero diablo de Tasmania, a bordo de su yate Santana, como el más torpe de los grumetes, viento en popa a toda vela, a babor, siempre a babor.

¡Avante toda!

sábado, 19 de enero de 2008

Los intrusos del calendario



Es remarcable la habilidad de los seres humanos en recordar sólo lo que queremos y aún más la de creernos con unas capacidades superiores a las que realmente atesoramos.

Por estas fechas es habitual además, armarse de buenos propósitos. De antiguos que no has conseguido y de nuevos que hacía algún tiempo que te rondaban por la cabeza. El inicio del año es lo que tiene. Borrón y cuenta nueva. Con bríos renovados y poca memoria, como si fuera la primera vez que lo intentásemos.
Para este viaje no son necesarias muchas alforjas. Basta, como decíamos, poca retentiva, un bolígrafo y un calendario, si bien es cierto, como habrán notado los más puntillosos, que para escribir puede sernos igual de útil un lápiz, una pluma o un rotulador. Lo que es imprescindible, más aún que una memoria de mosquito es un buen calendario con sus doce meses, doce causas, y sus 365 días o como este año, 366, ni uno más ni uno menos.




Y por calendarios no será. Los hay de todo tipo. Más o menos estilosos, más o menos lucidos, más o menos aparatosos. Eso sí, como en casi todo, los tiempos han cambiado.

¿Dónde están aquellos calendarios que antiguamente encontrábamos en cualquier taller mecánico orgulloso de serlo? ¿Dónde han ido a parar aquellas beldades que los adornaban vestidas igual en diciembre que en agosto?

Cada vez son más difíciles de encontrar. El intrusismo también ha llegado al gremio. Se ha dejado de lado la profesionalidad de antaño y el amateurismo campa a sus anchas haciendo mucho daño.

Ahora cualquiera se levanta por la mañana y se cree que los demás tenemos ganas de verlos medio desnudos, con la boca entreabierta haciendo mohínes extraños.

Que acabamos de jubilarnos y estamos aburridas, calendario al canto. Y si a nuestro nieto le da un pasmo al vernos, pues se siente.

Que no tenemos agua caliente en el gimnasio y el presi de nuestro equipo de baloncesto no se enrolla. Tranquilas, llamamos al amigo de un amiga de un vecino del primo del sobrino de mi ahijada que me parece que hizo un curso de fotografía y santas pascuas.

Que nos cierran el centro donde hacemos cerámica y restauraciones varias. Alto ahí. Antes que nos fotografíen medio en pelotas rebozadas en arcilla.

Más aún, no hay cuerpo de seguridad que se precie que no nos deleite con un calendario propio. Uniformes para que os quiero, que vale, no seré el tipo más simpático del cuerpo pero eh, mira junio y como ha salido mi cuerpo saleroso, sin quitarme las gafas de sol, claro.

Si por el contrario a alguna de las chicas que humedecieron nuestra adolescencia se les ocurriera empezar a ponernos multas a troche y moche, los gritos policiales despertarían de la siesta hasta a los esforzados astronautas de la estación espacial Mir, si es que todavía queda alguno.

Por suerte, como casi siempre, dios aprieta pero no ahoga, y desde hace décadas los aficionados a los calendarios clásicos saben que hay alguien que en silencio sigue pensando en ellos.

Ave Pirelli, los que van a volver a intentar dejar de fumar este año te saludan.

martes, 8 de enero de 2008

Enero cuesta




Llevamos una semana de este simpático nuevo año recién estrenado dándole a la sesera y no se nos ha ocurrido mejor manera de empezarlo que la que os sugerimos a finales del anterior. Bailar, o por lo menos, si los resfriados traicioneros o un exceso de pudor mal entendido no os permiten otra cosa, viendo como lo hacen los que saben.

Os ofrecemos dos piezas imperecederas que los buenos aficionados recordaréis con placer y que los que no tenéis el gusto, pero paradoja mediante, sí buen gusto, agradeceréis hasta que la muerte nos separe.

Con todos vosotros las largas piernas de Cyd Charisse. Con ellas, todas las cuestas, incluida la de enero, se hacen mucho más cortas.