jueves, 29 de noviembre de 2007

El príncipe Carlos



Apreciado y criticado a partes iguales, el príncipe Carlos de Inglaterra, defensor de la caza del zorro y los gintonics, como buena parte de su entrañable pero algo disfuncional y churreal familia, más tampón que hampón según las crónicas y las escuchas ilegales, no es uno de nuestros príncipes favoritos. Ni tan siquiera de los que se llaman Carlos.


Cuando de príncipes Carlos se trata, los gaiteros sólo nos descubrimos ante uno. Iniciados en la realeza de la chanson por Juanita, su seguidora más decidida y resuelta, gracias a su insistencia y savoir faire os proponemos dos joyas para vuestro uso y disfrute.

Con vosotros, Charles Trenet, todo un príncipe.

Nobleza, aunque no sea baturra, obliga.










jueves, 22 de noviembre de 2007

1, 2, 3, 14





Con los años, los gaiteros nos hemos ido amansando. Actiudes que antes nos parecían no ya imperdonables sino merecedoras del peor de los castigos, con el paso del tiempo hemos ido tolerándolas, y la paternidad no ha hecho sino acrecentar el proceso.


Nos referimos, como es lógico, a todo aquello que tiene relación con las cosas importantes de la vida y que hacen que ésta merezca la pena vivirse.


Antaño por ejemplo, cuando pedíamos un cortado con leche natural, y nos hacían caso omiso en lo que a la temperatura de la leche se refiere y lo único natural era que nos lo sirviesen como al camarero le pareciese en ese momento olvidando también si lo queríamos corto o largo de café, no nos dolían prendas en hacer notar que no era así como lo habíamos solicitado. De forma educada eso sí, por lo menos las primeras cincuenta veces.

Cuando alguien hablaba en un cine como si estuviese en el mercado de la Boqueria, nuestro enfado nos convertía en una especie de primo lejano y loco, muy loco, de Tony Soprano y tras dejar claro nuestro disgusto, conseguíamos que el energúmeno en cuestión dejase de dar la barrila. Por lo menos durante el minuto siguiente. Minuto arriba, minuto abajo.


Nunca entrábamos en ninguna sala cinematográfica si la película escogida ya había empezado, preferíamos verlas en versión original, porque de esa manera fueron concebidas, de la misma manera que nadie traduce una canción y nos ponía frenéticos que en un pase televisivo cortasen la emisión para poner anuncios o que lo que quedase cortado fuesen las cabezas de los protagonistas por no respetar el formato en que fue rodada.


Actualmente nos hemos vuelto menos exigentes y nos conformamos con que la pantalla del cine escogido sea algo más grande que la tele de nuestro comedor, lo cual no es muy difícil, que los que comen palomitas no nos las tiren encima y sobretodo con que la sala en cuestión esté lo suficientemente cerca para poder ir y volver andando a casa.


Y no hace tanto que cuando algún mercachifle no ya interesado sino supuestamente versado en la cosa cinematográfica despotricaba de las películas de género y en especial de las del oeste, tildándolas de americanadas, lamentándose del genocidio indio, o las musicales, burlándose de qué era eso de ponerse a cantar sin ton ni son, siempre lamentábamos no llevar nuestros zapatos de claqué y no poder bailar sobre sus tumbas o sus cabezas, o las dos cosas a la vez.

Todo eso no obstante, ya pasó. Ya no lanzamos espumarajos por la boca cuando oímos según que comentarios. Que alguien prefiere a Meryl Streep en vez de Barbra Stanwyck pues allá ellos. No, es-que-yo-soy-más-de-Nicole-Kidman, que-mira-como-se-arriesga-en-sus-películas-pero-muy-bien-no-se-quien-es-Carole-Lombard, pues tú mismo con tu metabolismo. Los gaiteros hemos madurado y ya no nos afectan como antes según que cosas.


Pero por mucho tiempo que pase y por muchos hijos que tengamos, lo que nos sigue sacando de quicio son los cantantes-protesta, adalides de las buenas causas, todas ellas muy nobles sin duda y también muy publicitadas. Los Bob Geldorf, Elton John, Sting y otros desinteresados y entrañables personajes. Pero quien se lleva la palma, el rey de todos esos benefactores sin los cuales el mundo aún sería peor de lo que ya es, responde al nombre de Paul David Hewson, más conocido como Bono.

Que los polos norte y sur, de tanto derretirse están a punto de convertirse en uno, allí está él presto y dispuesto para recordárnoslo.

Que en abril ya no hay aguas mil, pues ahí va Bono, el ubicuo e incansable, al rescate.

Que los indios de la tribu de los atahualpa yupanqui se están quedando sin árboles y no tienen ni para flechas, pues festival que te monto en un plis plas.

Que el imperio austro-húngaro no pasa por sus mejores días, me pongo mis mejores pilas y galas y a reverdecer laureles centroeuropeos.

Con sólo mencionar su nombre, especialmente el más cortito, o con ver de lejos sus gafas de sol, durante años nos salían sarpullidos por toda la epidermis. Pues bien, como decíamos, eso ya no es así. Hasta en eso hemos cambiado. Y todo gracias a nuestro ya irreversible proceso de maduración y a la muchanante entrevista que ponemos a vuestra disposición. A los gaiteros no se nos caen los anillos por reconocer nuestros errores por reiterados y longevos que estos sean.


Paul David al desnudo. A sus casi cincuenta años, todavía sigue siendo ese chico que un día dejó su Dublín natal en busca de un sueño. Hablando sin tapujos de lo que supone ser una estrella de la música comprometida con su tiempo y nuestro espacio.

Rock y compromiso. Buenas acciones a cascoporro. Y si no, juzgad vosotros mismos.

Un gran tipo ese Bono oye. Y ya puestos, el otro también.

lunes, 19 de noviembre de 2007

¿Por qué no nos manifestamos?



Uno de los grandes misterios de la vida pública actual en Catalunya es la falta de respuesta articulada y masiva de los ciudadanos a la grave situación del servicio de cercanías de Renfe y a los demás efectos negativos de las obras del AVE en las comarcas que rodean Barcelona. La única manifestación realizada hasta hoy, que tuvo lugar el pasado 29 de octubre en la plaza Sant Jaume, resultó un fracaso. Se concentraron apenas mil personas y lo hicieron divididas, cada grupo con sus lemas y sus manifiestos...

Allí estaban desde dirigentes del PP catalán hasta militantes de las juventudes de ERC, desde vecinos y comerciantes de Bellvitge y Gornal afectados por las obras hasta miembros de la plataforma AVE pel Litoral y, perdidos en medio del follón, algunos pocos usuarios de Renfe que habían acudido.

Más que reclamar soluciones a las administraciones, los manifestantes se dedicaron mayormente a enfrentarse verbalmente, unos contra otros, ofreciendo así un espectáculo penoso y nada edificante. Esta concentración, convocada por internet y sin padre ni madre conocidos, fue peor que la desmovilización en sí...

¿Por qué no nos manifestamos?

La pregunta nos la repetimos todos, unos a otros, como torpes zombis extraviados entre el infierno y el cielo de nuestros gobernantes. A veces, hay quien tiene respuestas brillantes, verbigracia una periodista catalana que, haciendo gala de gran olfato, declaró en un reciente debate televisivo que si la gente no se manifiesta sería porque no hay motivo para llegar a tanto. Hay que ser ciego y sordo, o ser cheerleader gubernamental, para llegar a tal grado de cinismo argumentativo...

La primera razón por la que no hay manifestaciones es de orden práctico y es muy fácil de comprender. Los primeros y más afectados por la situación, los viajeros de Renfe, ya tienen bastante con buscarse la vida para moverse...

Resulta natural que la mayoría de los usuarios no estén para muchas manifestaciones después de invertir el doble de tiempo y de esfuerzos en desarrollar su vida normal. El cansancio también desmoviliza, pues es superior al cabreo.

El segundo motivo tiene que ver con nuestro sistema político...

La democracia represenatativa, con todos sus virtudes y defectos, es un contrato que consiste en delegar en nuestros políticos la gestión del común. No es que nos desentendamos, es que hemos decidido que alguien se hace responsable por cuatro años...

La tercera causa por la que no hay manifestaciones es la falta de un relato atractivo que unifique la propuesta. No es suficiente con decir no, hay que ofrecer (aunque sea implícitamente) una alternativa. Sin un discurso que de sentido al malestar, éste se convierte en una mera acumulación de microagravios particulares cuyo peso político se diluye hasta convertirse en un retablo de anécdotas e historias humanas que ocultan, como una cortina de humo, la responsabilidad de los que están (presuntamente) al mando...

La cuarta razón (no por mencionarla en último lugar es menos importante) es la acutal ausencia de liderazgos fuertes en Catalunya, que se alcen por encima del panorama de colapso, fatiga y mediocridad que nos atenaza. Es más fácil manifestarse cuando alguna figura acierta a interpretar el momento y a liderar con energía, convicción y credibilidad una respuesta. Sin líderes, toda protesta tiene algo de pataleta hueca, algo de mueca en el vacío.

En este momento, el català emprenyat sabe bastante bien lo que no quiere, pero no está nada seguro sobre lo que realmente desea. Para salir a la calle, ya no es suficiente el "diguem no" de otras épocas, necesitamos una bandera en positivo. Quien acierte a desplegarla conseguirá, tal vez, romper el muro de atonía que hoy nos rodea.

Francesc-Marc Álvaro. La Vanguardia. 12/11/2007

martes, 13 de noviembre de 2007

Biografías selectas 2ª parte. Leonardo Da Vinçon



En el día de hoy nos acercaremos por primera vez a la figura de un gaitero consorte. Nos referimos a Leonardo Da Vinçon, pareja de nuestra compañera más afrancesada, mademoiselle Bowie.

Caballero de treinta y cinco años, más peripuesto que apuesto, si bien quienes lo conocen, coinciden en que sobretodo destaca por estar siempre, si se nos permite la expresión, más bien puesto.

Fiel seguidor desde su más tierna infancia de la máxima, a quien madruga ni dios le ayuda, no sabe lo que es levantarse antes del mediodía.

Hijo de un distinguido ex-empresario del textil catalán, ha intentado durante años dilapidar la fortuna paterna sin conseguirlo. Justo es reconocer no obstante, que no ha sido por su falta de pericia o esfuerzo, -ojo, las cosas como son-, sino debido más bien al ingente volumen del patrimonio familiar.

Su padre, escamado, se puso firme y cerró o vendió, cuando no ambas cosas, todas las empresas que poseía, una por una, a diferentes fondos de inversión locales y extranjeros, anticipándose a la moda actual, obteniendo pingües beneficios, y reivirtiendo parte en la compra de bienes inmuebles. Los despidos y expedientes de regulación parece que también fueron copiosos.

Visto lo visto, nuestro amigo Leonardo optó por reciclarse y convertirse en un descubridor de tendencias. La cosa le ha ido bien y no para quieto un segundo. Ha encontrado tiempo eso sí para retomar sus estudios de filosofía y para sorpresa de todos no sólo ha acabado la carrera sino que incluso está pensando en publicar un libro de poemas filosóficos, en los que no aparece una rima ni por equivocación.

Su padre no da crédito y está madurando seriamente la posibilidad de aumentarle la asignación mensual a cinco mil euros lo que permitiría a Leonardo olvidarse de descubrimientos y tendencias y dedicarse a lo que actualmente, más aún que sus versos, le gusta más.

Nos referimos a la organización de festivales de cine, de todo tipo, condición y duración que han encontrado acomodo en Barcelona en los últimos años.

Su reto de los últimos meses que está deviniendo obsesión, es encontrar un cortometraje en el que los créditos duren menos que el corto propiamente dicho.

Todavía no se ha dado el caso.

Aunque anglófilo, cuando de amar se trata, en deferencia a su pareja y en parte a él mismo, ya que el ardor guerrero de Juanita se eleva al cuadrado, se decanta por el francés, nunca mejor dicho.

Avec la bouche, doucement... bueno no tanto...Eh voilà...

Ay, l'amour... Que jolie. Jolín.

martes, 6 de noviembre de 2007

Ratatoing



Quien más, quien menos, ha sido testigo este verano de la presentación en sociedad de la nueva película Pixar, Ratatouille, -pronuncíese rat·a·too·ee, advertían en los pósters-, una maravilla para los sentidos según críticos y espectadores.

Ha pasado en cambio bastante más desapercibida Ratatoing, de la que, por mucho que hemos investigado, no hemos conseguido encontrar ninguna valoración, ni de crítica ni de público. Estrenar directamente en DVD es lo que tiene. Si a eso añadimos que en vez de los puntos de venta habituales, sólo podía encontrarse en las estanterías de las tiendas de algunas gasolineras, la repercusión mediática es cuando menos limitada. Nada más injusto.

Lamentablemente no hemos podido ver la última obra pixariana, si bien el tráiler anticipaba una película excelente. De todas formas por todos es sabido que hay auténticos profesionales, verdaderos artistas de esta técnica promocional que mencionábamos que serían capaces de que nos entraran ganas de ver lo último de, pongamos por caso, Isabel Coixet y creer, hasta los primeros 30 segundos de metraje, que íbamos a ser testigos de una obra maestra.

Para los no iniciados, Ratatoing es una ciudad donde, según consta en la carátula del DVD, el chef más virtuoso es... ¡una rata!

Todo el mundo quiere descubrir los secretos de las deliciosas recetas de Marcell Toing. Cada martes por la noche, el tal Marcell, su encantadora ayudante Carol, con la que nos da en la nariz, tendrá algún affaire, probablemente amoroso, y su amigo Greg (el peor camarero de la ciudad) tienen una gran misión...

Las tres ratas buscan los ingredientes más extraños y exquisitos que sólo pueden ser encontrados en los restaurantes para humanos... donde tienen que afrontar terribles peligros, desde trampas para ratas... ¡hasta los ataques de los gatos!

La historia se llena de acción y aventura cuando un grupo de ratas celosas decide acabar con el éxito de Ratatoing...

¡Descubre, nos dicen, esta gran aventura para toda la familia!

Lo primero que llama la atención del texto, más allá de un uso, pelín abusivo, de los puntos suspensivos, es que no hay ni una falta de ortografía, lo cual es de agradecer.

Los resabiados de siempre, no contentos con esto, habrán notado también un guión y unos personajes que recuerdan, coinciden dirán ellos, con los de la película norteamericana.

¿Y qué si es asi? A esos marisabidillos les recordaríamos, como dijo Goddard, referente de cabecera de alguno de ellos, que en Europa, no lo llamamos copia, lo llamamos homenaje. Aunque, aún a riesgo de tirarnos piedras sobre nuestro tejado, la película es brasileña y sus autores no tienen pinta de tener al cahierista entre sus directores preferidos.

Pero el quid, -¡que ganas teníamos de decir quid!-, no es ése.

¿Acaso sólo las personas originales y con talento son las únicas que tienen derecho a mostrarnos sus ideas?

¿Qué pasa con el resto, con los mediocres, con los imitadores, con los que siempre quedan segundos, mayoritarios por otro lado?

¿Es qué su esfuerzo no merece también la pena?

¿Por qué han de soportar la indiferencia del resto y notar como se les mira siempre, con displicencia, por encima del hombro, simplemente porque se muestran incapaces y/o no dan más de sí?

Lo cierto es que los habitantes de Barcelona y alrededores deberíamos entenderlos mejor que nadie. Con tiempo y dedicación, a base de apagones y caos de movilidad varios nos hemos convertido en uno de ellos. No ha sido fácil llegar hasta aquí pero es donde estamos. Deberíamos ser más condescendientes entre nosotros y reconocernos como iguales. Es el primer paso para intentar salir del pozo. Ser conscientes de nuestra situación, dejarnos de nostalgias por tiempos ya pasados, mirar adelante y admitir que Ratatoing y no Ratatouille, se pronuncie como se pronuncie, es nuestra película.

Si añadimos que el escalofriante precio de la nueva perla del cine de animación brasileño es ni más ni menos que 11.95 euros, iva incluido eso sí, el paralelismo es de campeonato. Casi produce escalofríos.

Pero no debemos caer en el desánimo. Una vez más no hay mal que por bien no venga. Aprovechemos la coyuntura, otra palabra que nos hacía ilusión utilizar, -aunque no tanta como quid-, para renovar nuestro lenguaje.

Nuevos tiempos, nuevas expresiones.

Cuando todo falle y por ejemplo nos quedemos atrapados en la autopista, exclamemos jubilosos, a mi pling, que soy de Ratatoing.

Que en un restaurante nos cobran 40 euros por un carpaccio y una ensalada con rúcula, o nos llega puntualmente el recibo de la luz y no la indeminización por el apagón del pasado julio que según Endesa hemos cobrado ya todos los afectados, ríamonos a mandíbula batiente de nosotros mismos, aunque sea de manera nerviosa y exclamemos sin pudor, mientras soltamos la mosca, ra ta ta ta ta toing, esto es un atraco.

Ratatoing, la ciudad de los apagones, donde el que tiene un generador, por pequeño que sea, es el rey.


(Y para quien no tenga suficiente con la historia de los amables ratones cariocas, pues tenéis también a vuestra disposición Os carrinhos, con el sugerente subtítulo de A grande corrida. Película coral, dicen las crónicas, que vale, recuerda un poquito a Cars, otra obra de Pixar, pero que a diferencia de ésta, trata de los avatares que se producen durante las retenciones en las autopistas que dan acceso a una gran ciudad, un domingo por la tarde cualquiera.)




No apta para todos los públicos. Ni estómagos.