martes, 24 de julio de 2007

Barcelona paralímpica




Enfrascados en ver, calculadoras en mano, como nos las arreglábamos para llegar a final de mes, un mes más, y lamentando porqué todos los meses no tienen 28 días como febrero, nuestro preferido, lo cual nos facilitaría mucho las cosas, ayer nos sobrevino la madre de todos los apagones.

No le dimos mucha importancia al principio ya que si bien en ciudades como Bagdag o Beirut, según se dice, son algo más habituales, en Barcelona tampoco son algo infrecuente.

Hoy, un día después, aún hay zonas de la ciudad que siguen a oscuras.

Como no podía ser de otra forma, los agoreros de siempre y algunos miles más no han dejado pasar la oportunidad, de manera pacífica eso sí, que se note que somos de Barcelona, de mostrar su disgusto y decepción.

Es en ocasiones como ésta donde sale a relucir lo mejor y lo peor de las personas. Y si bien es cierto que algo así no pasaba desde la guerra civil, en toda situación por dramática que sea, hay momentos que no lo son.

En nuestro caso, por ejemplo, el inicio del apocalipsis nos pilló en el trabajo, para desespero de nuestros superiores y el verlos correr de un lado a otro, resoplando, llamando aquí y allá, como si así fueran a solucionar el problema nos alegró la mañana e hizo que se nos pasara en un santiamén, algo no muy habitual.

El hecho de que algunos de ellos y de nuestros compañeros se quedaran en ropa interior debido a los 47 grados que la parada del aire acondicionado provocó, hizo que nuestra sonrisa se convirtiese en una mueca de dolor a pesar de que instantes después del spriptease colectivo estuvimos casi todo el rato con los ojos cerrados.

Con los ojos cerrados pues, y las espinillas tan amoratadas de los golpes que nos dimos, después de chocar con todo el mobiliario de la oficina, que nunca volverán a tener el color de antes, una vez acabada nuestra jornada festivo-laboral nos subimos al coche y pusimos el aire a 10 grados, que Greenpeace, los pingüinos y el cambio climático nos perdonen.

Una vez dentro y con los ojos ya bien abiertos pudimos comprobar que ni uno sólo de los semáforos de nuestro recorrido habitual para llegar a casa funcionaban. Como sustitutos de emergencia se habían apostado, estratégicamente, cuatro guardias urbanos, en un recorrido de unos cinco kilómetros y 40 semáforos aproximadamente, que sudando la gota gorda y al borde de la insolación lanzaban manotazos, esta vez sin chocar fortuitamente con ningún transeúnte, pero quizá por ello, sin mucha convicción.

El llegar a casa y ver que el ascensor no funcionaba no nos hizo mucha gracia pero optimistas por naturaleza, que vivimos en Barcelona ojo, y la situación no podía durar, nos decidimos, después de hora y media esperando a que se arreglase, a hacer algo de ejercicio y subir las escaleras por primera vez en nuestras vidas, comprobando a pesar de la oscuridad, que no faltaba ni una.

Una vez ya en nuestro rellano observamos un pequeño charco de agua al cual no dimos mucha impotancia. Injustamente, ya que dentro de la cocina el agua que caía del congelador era lo más cerca que hemos estado de las cataratas del Niagara. No hay mal que por bien no venga y al mover la nevera, con mucho esfuerzo, para intentar limpiar el desaguisado, observamos que hay vida detrás de ella y con mejor pinta que los alimentos que teníamos guardados en el congelador, que ya no se encontraban precisamente congelados. Pero en casa gaitera no se tira nada, y hemos confirmado en primera persona que lo que no mata, engorda.

De hecho seguro que no hemos sido los únicos que hemos descubierto cosas que desconocíamos. Estamos convencidos que más de uno se habrá dado cuenta, a pesar de la oscuridad, de que vive en pareja y que de aquí a a nueve meses o así, se producirá un nuevo baby boom que hará que las plazas libres en las guarderías, públicas o no, sean aún más escasas y por imposible que parezca, más caras. Y es que a oscuras todos los gatos son pardos y la falta de tele es muy traicionera.

Es probable que nombres como Voltio o Vattio de todos los santos como homenaje a tan señalado y oscuro día, sean habituales de ahora en adelante. Nombres más raros se han visto. Recordemos sin ir más lejos que el apagón de quinqués y lámparas de gas en el Buenos Aires y Sevilla de principios del siglo XX, de los que ahora nadie se acuerda, provocó que figuras del relumbrón, nunca mejor dicho, o peor, según se mire, de Amperio Argentina y Pastora Amperio se llamasen como se llaman y no de otra forma.
También hemos podido comprobar que algunos de nuestros periódicos no han podido evitar caer en la tentación de titular algunas de sus crónicas con expresiones como no es de recibo, o no se hizo la luz de la misma manera que cuanda el barça juega en Liverpool, siempre hay algún diario que no se resiste a titular la crónica del partido con que noche la de aquel día.

Lo que tampoco nos ha llamado la atención es el sosiego y el estoicismo, una vez más, con que los barceloneses nos hemos tomado el trance, si exceptuamos algunos pequeños e improvisados conciertos de cacerolas y demás utensilios de cocina en mi bemol. Pero que no nos haya sorprendido no evita que nos asalte una duda. A pesar de que agradezcamos el empeño de nuestros dirigentes en enseñarnos como vivían nuestros antepasados en las cuevas de Altamira y alrededores, ¿qué es necesario para digamos basta y por una vez obliguemos a que alguien asuma sus responsabilidades?

Quizá haya influido a tal mansedumbre el que celebremos el décimo quinto aniversario del inicio de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Y tal vez mucha gente, que los recuerda con cariño, haya pensado que todo esto tiene relación con tal acontecimiento.

Tal vez sea eso lo que haya evitado que hayamos salido a la calle, guillotina en ristre a pedir que rueden cabezas o cortarlas nosotros mismos.

Lo que sí parece claro es que aquel evento supuso nuestro canto del cisne. Desde entonces vivimos embobados olímpicamente en una ciudad en la que sus dirigentes han dejado de pensar en los que vivimos en ella, con nuestra aquiescencia, para hacerlo en los que nos visitan cada año en mayor número que el anterior. Lo cual tampoco es malo, especialmente si vives fuera de Barcelona.

Si el apagón finalmente se confirma que tiene relación con tal efeméride da miedo pensar lo que nos espera cuando celebremos el vigésimo quinto aniversario. En todo caso ha llegado la hora de pasar página. Se acabó.

Queremos soluciones. Mientras los que nos gobiernan encuentran unas que sean definitivas y de mayor calado y a la espera de que solventen temas mucho más urgentes como la cesión del castillo de Montjuic y si el ave pasa por debajo o por encima de la Sagrada Familia, nosotros proponemos la instalación de pebeteros, no hacen falta que sean olímpicos con tal de que funcionen, a lo largo y ancho de la ciudad y con una separación entre ellos no menor de cincuenta metros.

También proponemos que sea obligatorio, al igual que los chalecos reflectantes y los triángulos en los coches, la presencia de por lo menos un casco de minero con sus luces incorporadas en perfecto estado y un juego de repuesto en todas las casas, evidentemente a cargo de los ciudadanos. Así evitaremos que el gasto público que tal pedido supondría, impida ampliar el número de terminales del aeropuerto del Prat y los ejecutivos y demás ilustres miembros de la sociedad civil catalana tengan que seguir haciendo escalas en sus viajes de negocios y/o placer transoceánicos y el riesgo de que pierdan sus maletas no disminuya.

Para que no cunda el desánimo y se nos haga aún más evidente cuál es nuestra situación actual, proponemos también la creación de una especie de alianza de las ciudades, que está de moda, o mejor sería llamarlo una liga, en la que diferentes ciudades del mundo mostrasen sus capacidades compitiendo unas con otras.

Ciudades como la nuestra, Bagdag y Beirut que hemos mencionado al principio, Marbella, Benidorm y unas pocas más, sin exagerar, que de lo que se trata es de ganar la competición y así aumentar la moral del contribuyente.

Con nuestro currículum no tendríamos problemas en ser escogidos como cabezas de serie y eso ayuda lo suyo. Como también tenemos experiencia contrastada en organizar todo tipo de eventos ya consolidados o incluso en crear otros de la nada, tampoco tendría que sernos difícil ser elegidos como sede, lo cual para el resultado final sí que podría ser ya definitivo.

Como himno inaugural y ya que las arcas municipales según parece no están para echar cohetes podríamos utilizar la simpática canción que inmortalizaron la no menos inmortal Montserrat Caballé y el no menos mortal Freddie Mercury. Se ve que hubo gente a la que le gustó aunque es un dato que no hemos podido confirmar.

Debido al tiempo transcurrido desde su creación, acaso fuera necesaria una pequeña modificación de la letra y ya puestos pedir, que algún ilustre músico, también actual, la interpretase.Y no alguien cualquiera no, sino alguien muy especial, acorde a lo que la ciudad ofrece y se espera de ella. Alguien que además, sea testigo atento de los nuevos tiempos y haya introducido en su trabajo musical, que si bien es cierto sólo se reduce a una canción, como dirán los críticos, pero que canción, lo que nos acontece y no tenga miedo a hablar incluso de opas, hostiles o no, o de las bondades de la vida en el campo en oposición a la de las ciudades.
Alguien como por ejemplo, el Koala.

Y así todos juntos, grandes y pequeños, turistas o no, cogidos de la mano, unidos como si fuéramos uno, gritando a pleno pulmón ...

Nananiiii, Barcelonaaaaaaaaaaaaaaaa.....quién te ha vistoooo, ninonaaa y quien te veeeee, aunque seaaaa a oscuraaaaaaaaaaas, Barcelonaaaaaaaaaaaaaaa......

Opá.



miércoles, 18 de julio de 2007

Stax si. 50 aniversario



Actualmente, sobretodo por nuestros lares, la ciudad de Memphis es conocida, principalmente, por su equipo de baloncesto profesional. En él juega nuestro baloncestista más dotado, Pau Gasol, jugador que, con una nómina de 12 millones de dólares anuales se ha pasado medio año sin jugar debido a una lesión que se produjo jugando con otro equipo y el otro medio despotricando de su equipo y ofreciéndose al mejor postor. Todo un ejemplo de profesionalidad que por aquí nos ha hecho mucha gracia. Y más gracia que nos haría si tal actitud la hubiésemos observado en alguien más cercano, alguien como Ronaldinho, por poner un ejemplo. Las risas se podrían oír en Memphis y confundirse con las de los aficionados de los Grizzlies. Todo un batiburrillo sonoro de lo más cómico. Por suerte, es un decir, somos del Barça y el basket nos importa más bien poco.

Pero Memphis es mucho más que la sede de unos de los peores equipos de la NBA.


Allí se fundó hace cincuenta años el sello musical Stax, sin el cual la música negra y por tanto la música, no serían lo mismo.

Creado por Jim Stewart y Estelle Axton con el nombre de Satellite Records no fue hasta el 1961 que cambió su nombre por el de Stax, juntando, en una alarde de originalidad las dos letras iniciales de los apellidos de sus fundadores.


Rufus y Carla Thomas, Sam & Dave, Otis Redding, Booker T. & The MGs, The Bar-Kays, Eddie Floyd, Isaac Hayes, The Staple Singers, toda una legión de grupos y solistas que revolucionaron el soul y el rythm'n blues y que han influido en multitud de músicos posteriores. Incluso en aquellos que parecen estar en las antípodas de lo que Stax proponía.


El más notorio de estos últimos es, el un tanto olvidado, Chimo Bayo, padre putativo de la fiesta ochentera del Levante peninsular. Su mítico himno, stax si, stax no, exta canción me la bailo yo, no es un sino un encendida declaración de amor al no menos mítico sello americano.


Así pues, al igual que el legendario rey de la música industrial, pero de manera más modesta recordemos con dos pequeñas muestras lo que fue y supuso el llamado sonido stax.


¡¡Con todos vosotros, los grandes Otis Redding y Eddie Floyd!!









domingo, 15 de julio de 2007

Biografías selectas 2ª parte. Cesareo Parese



Las segundas partes nunca han tenido buena prensa. Segundas partes nunca fueron buenas se suele decir. Como toda aseveración tiene excepciones. Ahí están El Padrino 2ª parte y ... bueno, quien dice excepciones, dice excepción.

A pesar pues, de que los augurios no son muy favorables y que la valentía y el arrojo no son las características que mejor nos definen, hemos decidido lanzarnos a la piscina y con la biografía de hoy inauguramos una nueva sección, o mejor dicho y como habréis adivinado, si no habéis prestado demasiada atención al título del artículo que nos ocupa, inauguramos la segunda parte de una ya existente.


Tamaño atrevimiento debía estar acompañado de una figura de tamaño también considerable y quien mejor que una de las personas por la que los gaiteros sentimos más aprecio y respeto. Y no, no es Scarlett Johansson. Y no, tampoco es Malena Gracia.


Los gaiteros nos enorgullecemos en presentar a Cesareo Parese, abuelo de la gaitera Vanesssa, la gorda de Minessota.


Nacido hace 90 años en la frontera que une Huesca y Lleida, a orillas del Cinca, no tuvo una infancia fácil. El menor de cinco hermanos, hasta que cumplió los 19, no tuvo ropa que no hubiera sido de sus hermanos mayores. De todos.


La vestimenta que rompió la tradición fue el uniforme del ejército republicano que le fue asignado cuando se alistó, minutos después de hacerse público el llamado alzamiento nacional, de Franco, el resto de generales y demás rangos menores, que fueron legión o estaban en ella.

Más listo que el hambre y que el resto niños y mayores de la comarca ingresó en el internado marista más cercano que es a donde iban a parar los niños de la época que despuntaban o que no tenían donde ir, que en muchos casos era lo mismo.

Los curas del lugar le pusieron el ápodo de Platanoé.


- "Cesareo Parese, Platanoé, al encerado", "Cesareo Parese, Platanoé, suba a la tarima" y los tíos se tronchaban.


Para que luego digan que el sentido del humor y los alzacuellos son términos antagónicos.


Ahí se inició su anticlericalismo, al que seguramente también influyó los cachetes y demás manos largas que sufrió en sus años de interno.


Quizá por ello, fue acusado de haber quemado iglesias durante la guerra civil con personal asalariado dentro, con contrato indefinido y sotana negra.


Más adelante ya en los cincuenta también se decía de él que se había acostado con Ava Gardner.


Lo que sí es cierto es que él en ningún caso hizo alarde de ninguna de las dos acusaciones y sean ciertas o no, hace ya tanto tiempo que dios y Sinatra, si es que no son lo mismo, seguro que le han perdonado.


Condenado a muerte poco después de acabar la guerra, le fue conmutada la pena capital por la de cadena perpetua, que más tarde fue reducida a 13 años de esforzados trabajos forzados.

Así pues con 35 años y hecho un pincel, se encontró por fin libre, es un decir, en la Barcelona de principios de los cincuenta.


Encontró trabajo en una fábrica, conoció a una chica pequeñita, adorable y tan obstinada como él y formó una familia que nunca le escuchó un reproche.


Pero la cabra tira al monte y no tardó en meterse en trifulcas sindicales. Y cuando no podía meterse porque no había donde hacerlo, las creaba él.


Le encantaba comer, beber y disfrutar de la vida porque como solía decir y todavía mantiene, es la única que tenemos, probablemente, así que no hay desperdiciarla. Y de vida desperdiciada sabía un rato.

Amante de las películas del Hollywood clásico, sus directores preferidos eran John Ford, André de Toth y sobretodo Raoul Walsh, quizá influido por el hecho de que al igual que él, también eran tuertos y llevaban un parche en el ojo, en su caso debido a las continuas y muy profesionales somantas de palos que le cayeron en los diferentes campos de concentración en los que estuvo alojado durante su condena a lo largo y ancho de la geografía española, campos que en comparación, convertían al de Guantanamo en un chiquipark.

Como no podía ser de otra forma disfrutaba cantando, algo que hacía a la mínima oportunidad y es que como también solía decir, ¿quién dice que los hombres duros no cantan?

Actualmente sigue disfrutando de la comida, la bebida, los puros , las canciones y la visión de su ojo izquierdo igual que hace cincuenta años, y se encuentra en plena forma si exceptuamos los sarpullidos que le salen por todo el cuerpo cuando oye hablar de las bondades de la transición y de la tan traída y llevada últimamente Ley de Memoria Histórica.


Cesareo Parese, un hombre de los de antes. Signifique lo que signifique.




¿Quién ha dicho que los tipos duros no cantan?, ¿eh?, ¿ a ver, quién?

viernes, 6 de julio de 2007

Ibuprofeno




Ir al médico no es una de las actividades gaiteras favoritas, pero a veces es inevitable.

Seguramente condicionados por el hecho de que cuando lo hacemos es porque no estamos en nuestras mejores condiciones y por ello estamos más susceptibles de lo aconsejable no hemos tenido buenas experiencias.

Displicentes, desdeñosos cuando no directamente groseros y maleducados, siempre con prisas, mostrándote sin disimulo su hastío y aburrimiento por tener que escucharte, todos los médicos nos parecen cortados por el mismo patrón.

Voltaire hace 300 años los describía de esta guisa:

Son aquellos que recetan medicamentos que no saben como funcionan para enfermedades que desconocen.

No obstante, seguro que no todos son así. De hecho la figura del médico ha estado tradicionalmente bien considerada. Hasta no hace mucho incluso podían aparcar su vehículo donde quisiesen, siempre y cuando dejasen visible el distintivo que les acreditaba como tales, y en los pueblos eran poco menos que figuras totémicas y lo que decían iba a misa.

Desde hace algunos años ha proliferado una nueva especie, también muy considerada. Los que vinculados a diferentes ONG sacrifican su tiempo y su salario y ofrecen sus conocimientos allá donde hacen falta.


En Burkina Faso, (antiguo Alto Volta, Volta Alto, Isabel como Fernando) su labor ha sido ya recogida por la tradición oral, que nosotros aquí convertimos en escrita.

Vienen a decir algo así como:

Médicos sin fronteras, enfermeras sin bragas,

Si bien los expertos no se ponen del todo de acuerdo y algunos creen que es más acertado traducir:

Médicos sin fronteras, enfermeras sin tangas.

Los tiempos pues, han cambiado, pero no tanto. Actualmente estamos sufriendo una plaga de series televisivas, nacionales o internacionales, de calidad cuestionable pero de indudable éxito que toman la profesión médica como protagonista. No es un fenómeno nuevo es cierto, pero nunca se había dado con tanta virulencia.

Y el caso es no parece tampoco una labor tan difícil, siempre y cuando se sigan unas pautas básicas. A saber:

-Cuando no se tenga ni idea de lo que sucede al paciente ni el motivo de sus problemas es imperativo echarle la culpa a un virus.

-Si se nos permite el tópico, más vigente que nunca, es fundamental a la hora de escribir cualquier informe, justificante y/o receta hacerlo de la forma más ininteligible posible, hasta el punto de que quien lo haya realizado no pueda entender lo que ha escrito pasados unos minutos.

-Ir a desayunar o merendar, en función del horario de trabajo, todas las veces que sean necesarias y nunca menos de tres, siempre en bata y con el estetoscopio colgando del cuello, de manera muy visible.

-Mostrar fastidio cuando el paciente te explique los síntomas que padece y si es posible alternarlo con alguna otra actividad, mirar el ordenador, ordenar los cajones, hablar con la enfermera u otro colega o incluso a salir de la consulta sin ningún tipo de explicación y mucho menos de disculpa.

-A la hora de estrechar la mano del enfermo, si es que no puede evitarse, hacerlo de la forma más lánguida posible y sobretodo sin mirarle nunca a los ojos.

-Pero sobretodo y la más importante de todas, recetar, sea cual sea el problema, ibuprofeno.

Que te duele la cabeza, ibuprofeno.

Que te has caído bajando unas escaleras, ibuprofeno

Que te has machacado un dedo colgando un cuadro, ibuprofeno.

Que en los sanfermines te ha pillado el toro, ibuprofeno.

Que estás alicaído, te duele el vientre, la rodilla o un huevo un huevo, ibuprofeno, ibuprofeno, ibuprofeno, ibuprofeno.


No falla. Esto es diligencia y no la de John Ford.


Los gaiteros intentamos en la medida de lo posible espaciar nuestras visitas a tan preclaros personajes. Eso sí, cuando la situación es ya insostenible y no hay más remedio, anticipándonos al cálido recibimiento que nos espera, lo hacemos después de endosarnos una pastilla de ibuprofeno.


Así vamos ganando tiempo, algo que se ve que es muy valioso hoy en día.

No obstante y para mostrar que a pesar de todo, no son todos iguales, no queríamos finalizar sin presentarles a nuestro facultativo preferido. Un alma cándida al lado de algunos con los que nos hemos topado.



jueves, 5 de julio de 2007

Start me aayyy



Si bien cada uno lo intenta llevar de la mejor manera posible, el hacernos mayores o más aún, el ser conscientes de que cada día lo somos un poco más, no sólo no es fácil, sino que es irremediable.

Últimamente en un anuncio televisivo, con intención mercantilista, que para eso es un anuncio, nos muestran que el proceso es ya irreversible cuando algún niño al preguntarnos la hora nos trata de usted.


Paparruchas, que dirían en una película española que transcurriese en nuestra guerra civil y/o años inmediatamente posteriores.


Sí que es cierto que la primera vez que eso ocurre nos llama la atención pero no tiene porque pasar cuando hemos superado la treintena, como el anuncio mencionado sugiere sino que puede sucedernos mucho antes y no por eso hemos empezado nuestro inevitable declive.

El verdadero y doloroso momento es otro muy distinto.


Y ocurre en un concierto.

Cuando en pleno éxtasis, ofreces tu espalda a tu pareja para que se suba en ella y pueda disfrutar más aún si cabe y con mejor visión de todo el frenesí.

Y aunque al cabo de un par de intensas canciones, empiezas a notar un calorcillo en el cuello y a pesar de que tu mujer, inteligente, agradecida y orgullosa, te ofrece la posibilidad de una retirada a tiempo, tú insistes en continuar algún rato más a pesar de la mayoría de las parejas de tu alrededor han optado por volver a ver los dos el espectáculo a ras de suelo.

A la cuarta canción el calor deja paso a un agarrotamiento cada vez más intenso que antecede a lo que será un dolor de tomo y lomo los próximos días cuando la zona se enfríe.


Un dolor tan intenso que al impedirte incluso dormir te obliga a pasarte por la consulta del médico que con su amabilidad habitual te notifica que te has contracturado la musculatura paravertebral cervical, lo que comúnmente se conoce como trapecio y que además se te han doblado las vértebras.


O lo que es lo mismo, pasar en unos días de dar botes como un botarate en un concierto a llevar collarín.


Cuando esto ocurre y a pesar de los esfuerzos de tu pareja por relativizar el trance, eres irremediablemente consciente de que tus mejores días han pasado.


Collarín en plena canícula y por haber ido a un concierto.


Hay que ser muy hombre para llevarlo con dignidad y desengáñemonos, hombres quedan pocos.


Y es que pocas cosas hay más ridículas, excepto quizás correr detrás de un autobús, caerte justo cuando has llegado a la altura de la puerta de entrada, para al reincorparte ver como el conductor, te dedica una media sonrisa ladina y arranca dejándote maltrecho en la parada.

O en otras épocas, como señalaba el personaje de Tom Regan en Muerte entre las flores, correr detrás de tu sombrero. Pero ya nadie lleva sombrero.

Así que cuando en un concierto de, por poner un ejemplo, los Rolling Stones, mientras tocan Start me up, tú acabas tarareando Start me aayyy, déjalo estar; por mucho que mires en tu corazón, como suplicaban tambíen a Tom Regan, no hay vuelta atrás. Tus días de vino y rosas se han acabado y tu trapecio ya nunca volverá a ser el de antes.

Entre otras cosas.

martes, 3 de julio de 2007

La leyenda del Sevillano


Hace pocos días os anunciamos el inminente estreno de Yo, ópera prima de Rafa Cortés.


Para todos aquellos ansiosos, impacientes y famélicos degustadores de buen cine que no podáis esperar a este viernes 6 de julio os ofrecemos para ir hacieno boca, un trabajo anterior de Rafa y uno de nuestros cortometrajes favoritos, La leyenda del Sevillano.


Remake de El hombre que mató a Liberty Valance, toda una declaración de principios, de este pistolero curtido en mil rodajes y siempre victorioso, el más talentoso a este lado del Río Grande y unos cuantos ríos más y como tal, sabedor de que cuando los hechos se convierten en leyenda, la suerte está echada y hay que filmar la leyenda.




Así que, aquellos que tengan en mente castigar a la audiencia con un corto más, no lo duden, coloquen en el título, como quien no quiere la cosa y aunque no venga a cuento, alguna palabra relacionada con la bonita comunidad autónoma andaluza; El perro andaluz, de Buñuel, cineasta de cabecera de nuestro amigo Rafa, es otro buen ejemplo. Habrán recorrido la mitad del camino.




Mientras tanto, acomódense, apaguen las luces, por una vez dénle al play y no a la play, y a disfrutar.




La espera hasta el viernes no será tan dura.