sábado, 4 de agosto de 2007

Sadomasoquismo




Por una extraña razón que nunca hemos llegado a comprender, cuando de actuar se trata, es mucho más valorada una interpretación dramática que una cómica.

Es curioso que sea así cuando hay muchísimos casos de actores de comedia que, quizá influidos por esa curiosa tradición que mencionábamos, a la que tampoco son ajenos y en busca quizás de un reconocimiento que no han conseguido haciéndonos pasar un buen rato, nos brindan de vez en cuando intrepretaciones de lo más dramáticas con un éxito arrollador y en cambio es mucho más infrecuente ver la situación opuesta.

Ejemplos hay muchos. Uno de los últimos, es el actualmente valoradísimo Bill Murray que desde que se perdió en la traducción parece haber sido descubierto como actor de tomo y lomo cuando hace más de veinte años que nos lo viene demostrando con comedias de mayor o menor enjundia.

A los gaiteros siempre nos ha parecido el hacer reír mucho más difícil que lo contrario y su proceso creativo mucho más misterioso.

Otro actor, también americano y que a pesar de su trayectoria es todavía tratado con displicencia, sobretodo por nuestros lares, es el todoterreno Steve Martin. Actor, presentador, guionista, productor, director, lleva toda una vida mostrándonos su vis cómica en múltiples facetas.

Forjados ambos en el mítico, pero para la mayoría de nosotros casi desconocido, Saturday Night Live de la cadena americana NBC, cantera inagotable de cómicos de todo tipo y condición de las últimas cuatro décadas.

Los gaiteros, como hemos comentado en alguna ocasión no creemos que una imagen vale más que mil palabras, o por lo menos no siempre. La que os presentamos hoy, sí que lo vale. Más aún, la escena en cuestión dice más del sadomasoquismo que todos los papiros que al respecto pudieran haber en la biblioteca de Alejandría y algunas bibliotecas y dominicales más. Y con más gracia.

Con todos vosotros una muestra del impagable y nunca suficientemente valorado talento de los señores Martin y Murray.



Sirva pues este vídeo también como homenaje póstumo a los dos reconocidos directores europeos recientemente fallecidos, maestros taimaturgos de la imagen que hicieron de sus filmografías todo una enciclopedia inacabable del sadomasoquismo que para él hubiera querido el mismísimo marqués de Sade.

Bergman, Ingmar, cuya influencia es tan vasta que abarca desde directores reconocidos por todos, hasta series de televisión españolas de nueva creación como la última de José Luis Moreno sin sus muñecos, a priori y tras una visión superficial, alejadas de lo que el genial cineasta sueco nos ofrecía, pero que desde el título, Escenas de un matrimonio, hasta el humor, conceptual, escandinavo, sutil y a la vez desternillante, propio del maestro recientemente fallecido, no deja lugar a dudas.

Y Antonioni, Michelangelo, éste último, tan influyente como el anterior y también con un descacharrante sentido del humor, director preferido de las tortugas ninja, que como todo el mundo sabe son las tortugas más avezadas en todo lo que tiene relación con las pizzas y el séptimo arte. Por este orden.

Bergman y Antonioni, dos que ya no cabalgan juntos. Descansen en paz.

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