Proseguimos nuestra sección de biografías selectas con otra de nuestros miembros.
Nuestra estimada Vanessa Paez, aunque ella prefiere y escribe Vanesssa, así con tres eses, más conocida como la gorda de Minnesota, a pesar de que no haya visto El buscavidas, ni sepa quien es Jackie Gleason, ni que interpretaba un memorable papel en esa película junto a Paul Newman, que tenía precisamente ese nombre, el gordo de Minnesota.
Tampoco le suena la secuela que Scorsese y el propio Newman hicieron 25 años después con Tom Cruise, esta vez ya en colores.
Habréis deducido pues, que el ápodo no le viene precisamente por su afición al billar. Tampoco guarda ninguna relación con el bonito estado del medio oeste norteamericano cuya capital es Saint Paul.
Lo de gorda ya es diferente. De físico difícil, la expresión -no hay por donde cogerla-, le vendría que ni pintada si no fuera porque sí hay por donde cogerla. Y mucho.
Otra expresión muy popular, - es mucho más fácil saltarle que darle la vuelta-, la describe a la perfección.
Rompemitos y pantalones por excelencia, es todo lo contrario a todo aquello que el estereotipo de la gordita simpática evoca.
Persona entrañable si obviamos que todo lo que tiene de gruesa, lo tiene de lianta, criticona, vocinglera, malhablada, chillona, sabionda y metementodo.
Trabaja en una empresa de telemarketing y aunque no es miembro del comité de empresa, ejerce como tal.
Está como loca por ser reconocida como miembro de pleno derecho, en homenaje a su abuelo, insigne anarco-sindicalista, según ella, para batir records de absentismo según sus compañeros de trabajo.
Acaba todas sus frases con un " y esto lo digo con conocimiento de claúsula" y va a todas partes con una urna hecha por ella misma exigiendo que se hagan votaciones secretas por y para todo, incluido quien debe ir al lavabo y en que orden.
Por todo esto es conocida también como la telefonista sindicalista.
Se cree más elegante que Isabel Preysler aunque su referente en Paloma Sanbasilio y el osito de Tous es su complemento preferido.
Está obsesionada con poseer un reloj Donna Karan, del que poco importaría que marcase o no la hora, pero debido a que su sueldo no ya mileurista sino tercermundista, no se lo permite, presiona hasta la extenuación a su novio, desde hace 12 años, para que se lo regale.
Éste, un bendito-tú-eres, hace más horas que un reloj, nunca mejor dicho, o dos, para poder regalárselo en su próximo aniversario.
El hecho de que Vanesssa le haya prohibido el sexo, con ella se entiende, hasta que se lo regale no sabemos si más que ayudar, lo que hace es que él no acabe de poner toda la carne en el asador.
De hecho ha rejuvenecido desde la prohibición, y más que por Corporación Dermoestética, su perenne y blanquísima sonrisa parece recién salida de los quirófano-platós del nuevo y simpático programa de televisión Cambio radical.
Próxima entrega: Doctor Clon.
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