Quien más, quien menos, ha sido testigo este verano de la presentación en sociedad de la nueva película Pixar, Ratatouille, -pronuncíese rat·a·too·ee, advertían en los pósters-, una maravilla para los sentidos según críticos y espectadores.
Ha pasado en cambio bastante más desapercibida Ratatoing, de la que, por mucho que hemos investigado, no hemos conseguido encontrar ninguna valoración, ni de crítica ni de público. Estrenar directamente en DVD es lo que tiene. Si a eso añadimos que en vez de los puntos de venta habituales, sólo podía encontrarse en las estanterías de las tiendas de algunas gasolineras, la repercusión mediática es cuando menos limitada. Nada más injusto.
Lamentablemente no hemos podido ver la última obra pixariana, si bien el tráiler anticipaba una película excelente. De todas formas por todos es sabido que hay auténticos profesionales, verdaderos artistas de esta técnica promocional que mencionábamos que serían capaces de que nos entraran ganas de ver lo último de, pongamos por caso, Isabel Coixet y creer, hasta los primeros 30 segundos de metraje, que íbamos a ser testigos de una obra maestra.
Para los no iniciados, Ratatoing es una ciudad donde, según consta en la carátula del DVD, el chef más virtuoso es... ¡una rata!
Todo el mundo quiere descubrir los secretos de las deliciosas recetas de Marcell Toing. Cada martes por la noche, el tal Marcell, su encantadora ayudante Carol, con la que nos da en la nariz, tendrá algún affaire, probablemente amoroso, y su amigo Greg (el peor camarero de la ciudad) tienen una gran misión...
Las tres ratas buscan los ingredientes más extraños y exquisitos que sólo pueden ser encontrados en los restaurantes para humanos... donde tienen que afrontar terribles peligros, desde trampas para ratas... ¡hasta los ataques de los gatos!
La historia se llena de acción y aventura cuando un grupo de ratas celosas decide acabar con el éxito de Ratatoing...
¡Descubre, nos dicen, esta gran aventura para toda la familia!
Lo primero que llama la atención del texto, más allá de un uso, pelín abusivo, de los puntos suspensivos, es que no hay ni una falta de ortografía, lo cual es de agradecer.
Los resabiados de siempre, no contentos con esto, habrán notado también un guión y unos personajes que recuerdan, coinciden dirán ellos, con los de la película norteamericana.
¿Y qué si es asi? A esos marisabidillos les recordaríamos, como dijo Goddard, referente de cabecera de alguno de ellos, que en Europa, no lo llamamos copia, lo llamamos homenaje. Aunque, aún a riesgo de tirarnos piedras sobre nuestro tejado, la película es brasileña y sus autores no tienen pinta de tener al cahierista entre sus directores preferidos.
Pero el quid, -¡que ganas teníamos de decir quid!-, no es ése.
¿Acaso sólo las personas originales y con talento son las únicas que tienen derecho a mostrarnos sus ideas?
¿Qué pasa con el resto, con los mediocres, con los imitadores, con los que siempre quedan segundos, mayoritarios por otro lado?
¿Es qué su esfuerzo no merece también la pena?
¿Por qué han de soportar la indiferencia del resto y notar como se les mira siempre, con displicencia, por encima del hombro, simplemente porque se muestran incapaces y/o no dan más de sí?
Lo cierto es que los habitantes de Barcelona y alrededores deberíamos entenderlos mejor que nadie. Con tiempo y dedicación, a base de apagones y caos de movilidad varios nos hemos convertido en uno de ellos. No ha sido fácil llegar hasta aquí pero es donde estamos. Deberíamos ser más condescendientes entre nosotros y reconocernos como iguales. Es el primer paso para intentar salir del pozo. Ser conscientes de nuestra situación, dejarnos de nostalgias por tiempos ya pasados, mirar adelante y admitir que Ratatoing y no Ratatouille, se pronuncie como se pronuncie, es nuestra película.
Si añadimos que el escalofriante precio de la nueva perla del cine de animación brasileño es ni más ni menos que 11.95 euros, iva incluido eso sí, el paralelismo es de campeonato. Casi produce escalofríos.
Pero no debemos caer en el desánimo. Una vez más no hay mal que por bien no venga. Aprovechemos la coyuntura, otra palabra que nos hacía ilusión utilizar, -aunque no tanta como quid-, para renovar nuestro lenguaje.
Nuevos tiempos, nuevas expresiones.
Cuando todo falle y por ejemplo nos quedemos atrapados en la autopista, exclamemos jubilosos, a mi pling, que soy de Ratatoing.
Que en un restaurante nos cobran 40 euros por un carpaccio y una ensalada con rúcula, o nos llega puntualmente el recibo de la luz y no la indeminización por el apagón del pasado julio que según Endesa hemos cobrado ya todos los afectados, ríamonos a mandíbula batiente de nosotros mismos, aunque sea de manera nerviosa y exclamemos sin pudor, mientras soltamos la mosca, ra ta ta ta ta toing, esto es un atraco.
Ratatoing, la ciudad de los apagones, donde el que tiene un generador, por pequeño que sea, es el rey.
(Y para quien no tenga suficiente con la historia de los amables ratones cariocas, pues tenéis también a vuestra disposición Os carrinhos, con el sugerente subtítulo de A grande corrida. Película coral, dicen las crónicas, que vale, recuerda un poquito a Cars, otra obra de Pixar, pero que a diferencia de ésta, trata de los avatares que se producen durante las retenciones en las autopistas que dan acceso a una gran ciudad, un domingo por la tarde cualquiera.)
No apta para todos los públicos. Ni estómagos.