Es tan propio de nuestra fauna y flora local mirar con desdén los turistas que tienen a bien visitarnos que si fuera deporte olímpico en los Juegos que se avecinan ganaríamos sin problemas todas las medallas.
Y que tire la primera chancleta quien esté libre de pecado. No deja de ser curioso no obstante, que menospreciemos y tratemos con desapego a quienes se han convertido en el primer y casi único sustento de la ciudad de nuestros olores.
Cuando, según nos cuentan, la construcción ya no es lo que era, en estos tiempos de contención salarial, los expedientes de regulación de empleo se han vuelto tan habituales que los directores de recursos humanos de nuestras grandes, pequeñas y medianas empresas parecen haberse puesto todos de acuerdo en tomar como modelo y referencia al pelmazo de Paco Martinez Soria y hacer de uno de sus taquillazos, Don Erre que Erre, su película de cabecera, convirtiéndose cada uno de ellos, con un pie en el pasado, en la época de la Revolución Industrial concretamente y otro en el presente más rabioso, atentos a un lenguaje que se transforma, -dejando por el camino un par de erres y unos cuantos miles de empleos superfluos-, en melifluos pero convencidos Don E.R.E que E.R.E.
Tantos másters y postgrados en escuelas de negocios de postín para acabar siendo sosias del actor más taquillero del cine, -o lo que fuera-, español no parece gran cosa pero allá cada uno con su tiempo y su dinero. Los gaiteros vamos justillos de ambas cosas y más aún en estas fechas veraniegas. Así pues, inasequibles al desaliento y a la falta de aliento proponemos un remedio casero, a la par que económico para cuando la canícula aprieta y casi nos ahoga.
No hacer nada, o acaso lo menos posible. Ahí queda eso. Sí, lo sabemos, algo de lo más subversivo en estos tiempos que más que correr, vuelan. Descansados que nos hemos levantado a la par que revoltosos.
Predicando con el ejemplo, no haciendo ni el huevo, si exceptuamos unas pocas necesidades fisiológicas inexcusables, fumando esperamos que nuestros jefes de personal nos llamen a su despacho para proponernos la prejubilación, -bendita palabra-. Aunque mucho nos tememos que lo harán antes para explicarnos las bondades de la semana laboral de sesenta y cinco horas que se nos viene encima.
Eso sí, contradictorios que somos, dedicaremos algo de nuestro tiempo laboral a crear y sentar las bases de un nuevo movimiento que sin duda tendrá el éxito que se merece, la Plataforma por las sesenta y cinco horas de sueño semanales (ni una menos), de los progresos de la cual os iremos informando progresivamente.
Mientras tanto lo dicho, manteneros fuertes en vuestro nuevo propósito haciendo lo menos posible y disfrutar, entre otros, de esta perla del inmortal cantante cubano Ignacio Jacinto Villa Fernández, más conocido por todos como Bola de Nieve.
Ya lo dice el refrán. Contra la caló, nieve.
En bolas.
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