Retomamos de nuevo una de nuestras secciones más antiguas ocupándonos en esta ocasión de Roberto Brasón, del que ya os hemos hablado en alguna ocasión. (Pedimos disculpas por el pareado no muy resultón.)
A ratos crítico de cine, a ratos inventor a destiempo, pero siempre buena persona, tío de nuestro gaitero Hermes Zóster que le debe su cinefilia, a pesar de que no hay una sola película en la que sus gustos coincidan, el hermano pequeño de la madre de Hermes siempre ha ido un poquito por libre, en caída libre, para ser más exactos.
Enemigo de las discusiones, terció en las trifulcas sesenteras entre las dos revistas de cine más populares entonces en nuestro país, Nuestro Cine y Film Ideal, abogando por una tercera vía y creando una nueva, que en un alarde de originalidad, propio de Roberto, tituló Nuestro Film Ideal.
Su brillante idea que consistía en juntar ambas, copiándolas literalmente, -dedicando las páginas impares a las extraídas de Nuestro Cine, y las pares a las de Film Ideal, aunque también podía hacerse al revés-, no fue muy bien recibida por ninguna de las dos y el linchamiento al que sometiron a nuestro protagonista fue la única acción conjunta en que los redactores de las dos revistas coincidieron nunca. Hoy en día el único número que se publicó, o lo que queda de él, es pieza de coleccionista.
Pelín asustadizo, durmió hasta los cuarenta años con la luz encendida. Desde entonces, influenciado quizás por el altercado antes mencionado, ya no volvió a dormir y pasa las noches viendo películas antiguas en blanco y negro, incluidas las de color, defecto, según él, que subsana poniéndose papel carbón cerca, pero que muy cerca, de los ojos, lo que además de propiciar con el tiempo un parecido más que razonable con Al Jolson, el Cantor de Jazz, ha influido en sus relaciones de pareja, cada vez más espaciadas en el tiempo y el espacio, si bien ninguna de las dos situaciones parece haberle incomodado demasiado.
De sus inventos destacamos al que más cariño tuvo, la llamada Yogurtera Azucarada que, como los lectores más avispados habrán adivinado, elaboraba yogures en pocas horas, uno concretamente, con su azúcar incorporado, agitado y revuelto.
Endeudarse hasta las orejas para fabricar las diez mil primeras unidades después de triunfar con el prototipo y hacerse con el cuarto puesto, accésit y diploma acreditativo, en la Feria de inventos, hallazgos y curiosidades de Baden Baden y que Danone comercializase sus propios yogures azucarados, con sus también fermentos propios, fue todo uno.
La decepción fue dolorosa pero nuestro protagonista, no cejó en sus empeños inventivos. Actualmente trabaja en conseguir una papeleta para las elecciones al senado aún más grande que la actual, manteniendo el color por supuesto, y que según unas sencillas instrucciones al dorso, se convierte también en un sobre que se puede depositar en las urnas sin los problemas actuales, siempre y cuando como es obvio, hagan las urnas más grandes.
No obstante y como buen amante del cine clásico americano, su obra magna y a la que ha dedicado buena parte de su insomnio, trata de probar, más allá de cualquier duda razonable, que no sólo John Ford no ayudó a John Wayne en sus únicas películas como director, las preclaras El Álamo y Boinas verdes, como buena parte de sus antiguos compañeros de profesión defendían, sino que por el contrario fue éste último el que dirigió buena parte de la filmografía del ilustre director, irlandés de vocación y aún más de vacación.
Roberto, a pesar de que empezó su proyecto hace varias décadas no ha llegado a tiempo de finalizar su trabajo coincidiendo con la celebración del centenario del nacimiento del inolvidable actor, que tuvo lugar el año pasado, tal y como era su intención.
No es su primer desencuentro literario. Durante varios años alternó la preparación del libro mencionado con la de otro titulado Notas del polígrafo, repleto de aforismos, la finalización del cual, y un acuerdo muy ventajoso con una editorial especializada para su publicación, coincidió con la finiquitación de los diferentes programas de televisión que hacían uso de tal artefacto amenizando nuestras sobremesas y que por extensión rompió la entente alcanzada.
Inasequible al desaliento y al mal aliento, algo muy útil, sea cual sea tu profesión, sigue perseverando en sus intenciones. Quien la sigue, la consigue, suele decir, si bien es cierto que los pocos que han coincidido con él, en la zona de refrigerados de su supermercado habitual, le han visto, cabizbajo y aturdido, con la cara y las yemas de los dedos ennegrecidas, susurrando otras palabras, algo más dolientes y con un inesperado deje penibético:
Danone... que mamone...
Ozú.
2 comentarios:
Suscribo, suscribo, totalmente de acuerdo con el compadre Brasón.
Durante el rodaje de María de Escocia , Pappy Ford cayó en las ávidas garras de Katherine Hepburn, desde entonces no levantó cabeza, se hundió en la bebida y se convirtió en un pelele supeditado a los caprichos de la intragable actriz de cabeza temblona (algo semejante le aconteció al bueno de Spencer Tracy).
El siempre fiel, honesto y cabal John Wayne (Dios lo tenga en su gloria), dirigió desde entonces los encargos de Ford (demasiado borracho para trabajar), dejando (con la modestia que siempre le caracterizó)que el malnacido irlandés se colgara todas las medallas.
La impronta narrativa, el canto a la amistad, el humor festivo y socarrón, la sencillez hecha poesía, la virilidad como actitud vital, el amor a la familia y la elegía al valor, el compromiso y la entrega (valores propios del Duque) se vislumbran en los mejores titulos del cabronazo del parche:
La diligencia, ¡Qué verde era mi valle!, No eran imprescindibles, la trilogía de la caballería, Tres padrinos, Pasión de los fuertes, El hombre tranquilo, Mogambo, Escrito bajo el sol, El hombre que mató a Liberty Valance o La taberna del irlandés.
Ford consiguió en ocasiones salirse con la suya, e influenciado por la mantis religiosa y entre brumas espirituosas dirigió algunas películas confusas, pseudoprogres,carnaza de cine-club, latosas y y de lo más pedante:
Hombres intrépidos, Las uvas de la ira, Centauros del desierto, Sargento negro, Otoño Cheyenne y la espantosa 7 mujeres.
¡El milagro lo obró Wayne!
¡Se haga justicia!
es esas anda el caballero Brasón. cuando le veamos, q no es fácil, le transmitiremos sus buenos deseos.
seguro q le reconforta y le da nuevos bríos
gracias en su nombre
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