viernes, 29 de febrero de 2008

Los comediantes



Ya están aquí. Después de cuatro años volvemos a estar en campaña electoral.

Por si no hubiéramos tenido bastante con toda la legislatura, día tras día, declaración tras declaración de (pre)campaña oficiosa, constante y malsonante, ahora llega la oficial con sus simpáticos mensajes televisivos cedidos gratuitamente, sus mítines y sus carteles.

Bien mirado, siempre y cuando el nivel de alcohol en la sangre triplique, como mínimo, el recomendado por la Dirección General de Tráfico, la cosa tiene su gracia. Promesas por aquí, barbaridades por allá, nuestros políticos se ponen sus mejores galas y dentaduras postizas para deleitarnos con sus actuaciones, a un ritmo que ríete tú del de la noche.

Preocupados por su salud, los gaiteros proponemos aprovechar lo que el calendario nos ofrece. Si alguien en su infinita sabiduría, por motivos que por mucho que nos los expliquen, no acabamos de entender, imaginó un día que sólo aparece cada cuatro años, un día como hoy casualmente, justo sería darle la importancia y el uso que se merece.

Votaciones, jornada de reflexión, no para los votantes claro, sino única y exclusivamente para los candidatos, y campaña electoral, tal día como el que nos ocupa, 29 de febrero. Tres en uno. Así todos sabríamos, políticos o no, que día son las elecciones, nos interesen o no, y a que atenernos.

De todas maneras, mientras eso ocurre, nada mejor que pasarse por el forro las indicaciones de la nunca suficientemente bien ponderada D.G.T. y disfrutar del espectáculo. No lo olvidéis; están actuando para nosotros.

Si bien es cierto que, como pensaréis algunos, a pesar de su esfuerzo, todo parece oído ya mil veces, de vez en cuando siempre hay alguien que se sale de la raya y los monólogos, -sí, hijo mío, estos también-, preestablecidos y va por libre, pisando fuerte.

Suele ser alguien que ya está de vuelta de todo o que, por el contrario, es nuevo en estas lides. Nuestro protagonista es de estos últimos.

Nos referimos a Manuel Pizarro. Si no habéis estado en coma, etílico o no, estos dos últimos años, sobran las presentaciones.

Este mago de las finanzas, según algunos, pero sobretodo del humor, actuó ayer en Girona. Como muestra un protón. En una parte del show ante un público entregado, -no es para menos-, dijo tal que así:


Está deseando el resto de España que Cataluña deje la rausa, que coja el seny, ese seny de Pla, ese, lo que hemos leído todos y que sea la Cataluña amable. ¡Si lo que queremos todos es veranear aquí, y estar aquí!


Di que sí. Más allá de que por lo visto, sabe leer, -si creemos lo que nos dice claro, ya que como todos sabemos los humoristas a veces se toman algunas licencias con la verdad en aras de un mayor hilaridad -, nadie podrá negar que estamos ante un personaje singular.

Con un humor bilingüe, inteligente, brillante incluso, luminoso e iridiscente. No está todo perdido. Nos queda don Manuel.

Y ya puestos, lanzados que estamos, proponemos hacer extensiva nuestra propuesta, totalmente interesada, para que todas las media maratones, maratones enteras y tres cuartos, cursas del Corte Inglés, de bomberos, en bicicleta, patinete, de padres divorciados, de solteros contra casados y demás manifestaciones lúdico-deportivas de todo tipo y condición que amenizan nuestras mañanas dominicales en Barcelona, domingo sí, domingo también, tengan lugar sólo y únicamente, todas juntas, cada 29 de febrero. Quizá así, además de por los ataques al corazón propios de estas actividades, la palme alguno más al chocar unos con otros.

Mientras tanto, Manolo, por favor, no te vayas e ilumínanos, porque no sabemos lo que hacemos. Ni muchos días nos vemos.




martes, 19 de febrero de 2008

P. T. El extraterreste



Es algo sabido, y aceptado por la mayoría, que más vale caer en gracia que ser gracioso. Cría fama y échate a dormir, solemos también decir. O a quien madruga dios le ayuda, algo en lo que disentimos violenta y profundamente y que además no tiene relación alguna con el propósito de este artículo.

Centrándonos pues, en los dos primeros dichos populares mencionados, ejemplos hay mil y no es nuestra intención enumerarlos todos.

Si solemos hacer gala de que la brevedad es nuestra divisa, al hacerlo nos estaríamos echando piedras sobre nuestro tejado.

Destacaremos pues, una sola figura. Si una imagen, suele decirse, vale más que mil palabras, el perla que nos ocupa, vale por mil ejemplos.

Nos referimos al gran Ridley Scott, director de cabecera de muchos, cuando lo que habría que haber hecho hace tiempo, es darle en la cabeza con la primera gaita que tuviéramos a mano.

Acaba de estrenar su última joya, American Gangter, que a pesar de su edad, nos tememos no será la última, si bien American Váter sería un título más apropiado.
Es extraño que las juguetonas distribuidoras de nuestro país, aficionadas a cambiar los títulos de las películas no se hayan decantado por la segunda opción. La situación es aún más dolorosa si, en un arrebato masoquista, nos ponemos a imaginar que bríosa película podría haber resultado, si la hubiera dirigido, por ejemplo, Spike Lee, que tras dejar a un lado su cine de tesis, nos ha brindado dos de las películas más recias de la década, La última noche y Plan oculto.

Eso sí, para justificar el desaguisado no hay scottista que no te suelte a las primeras de cambio, ya bueno, pero cuidadín, que es el tío que dirigió Blade Runner y Alien. (Los más versados añaden también Los duelistas.)

Que estamos en el 2008. Que ya hace treinta años de aquello. Que si algo ha demostrado su filmografía posterior es que si esas películas tienen algún valor es a pesar de él. Ojo, que estamos hablando del director, entre otras, de La teniente O'Neill, Tormenta blanca, Hannibal y 1492. Sin tetas no hay paraíso.

(Como decíamos, mejor caer en gracia que hacerla. Su hermano Antonio, Tony para los amigos, que los tiene, aunque no entre los críticos, sería paradigma de lo contrario.)

Por otro lado tenemos a P.T. Anderson que acaba de estrenar también su último trabajo, Pozos de ambición, -originalmente There will be blood; aquí sí que a las distribuidoras les ha pillado el estreno trabajando-, y al que le han llovido más palos que ranas caían del cielo en una escena inolvidable de Magnolia, una de sus películas anteriores.

Y eso a pesar, o quizá por ello, de que su filmografía consta, además de las ya mencionadas, de la hiperbólica Boogie Nights y la marciana Punch-Drunk Love. De lo mejorcito oiga, de los últimos años.

Pero, y no sólo en el ámbito cinematográfico, es necesario caer en gracia. Cuando alguien se sale del camino preestablecido o nos sorprende actuando de una manera que no esperamos, no sólo nos choca y nos descoloca sino que nos cuesta aceptar el que haya obrado de esa manera sin consultárnoslo. ¡¿Cómo se atreve?!
Al obrar así nos hace más evidentes nuestras miserias, nuestros miedos y limitaciones y eso difícilmente lo perdonamos.

Por suerte, tanto en la vida como en el cine, que viene a ser lo mismo, siempre habrá quien vaya por libre y a contracorriente y nos muestre que hay más de un camino posible.

Entre ellos, P.T. El extraterrestre. Afortunadamente, sus películas son de este mundo.

miércoles, 30 de enero de 2008

El diablo de Tasmania. Gallardón y calavera



Para quienes nos hemos soñado aventureros pero lo más osado que hemos realizado es fumar en las escaleras mecánicas de El Corte Inglés, la imagen y el recuerdo de algunos actores del Hollywood clásico nos ayuda a sobrellevar nuestras incapacidades.

Entre ellos ocupa lugar preeminente Errol Flynn, nacido el 1909 en Hobart, Tasmania. Ya sea como sheriff, pistolero, militar, pirata, boxeador, legendario en la pantalla y fuera de ella, su presencia nos ha acompañado y reconfortado desde que éramos pequeños.

Príncipe de una época no ya pasada sino que no ha de volver, de personalidad magnética y arrolladora que trascendía sus películas y nos salpicaba a borbotones en la cara, que sabía no ya actuar, sino, -algo que no se puede decir de la mayoría de actores actuales-, leer y escribir con soltura, como demuestra su autobiografía My wicked, wicked ways, libre y castizamente titulada en castellano Gallardo y calavera y que decidió empezar tal que así:

1ª Parte. Diablo de Tasmania, 1909- 1927.

Un diablo de Tasmania (sarcophilus ursinus)
es un carnívoro marsupial conocido
por su extrema ferocidad.


¡Toma ya! Que ya no quedan tipos como él, actores o no, es algo que ya sabíamos. Si nos atrevemos a establecer comparaciones, nunca como en este caso tan odiosas, los resultados, empezando por nosotros mismos serían deprimentes. Si en un alarde de masoquismo y exceso de tiempo libre, en el trabajo por ejemplo, nos dedicásemos a compararlo con nuestros políticos, y nos da en la nariz que con los de otros países, la baja por enajenación mental, no especialmente transitoria no nos la quita nadie.

Mediocres, pelotas, chusqueros, vulgares en sus formas y en el vestir, zafios y marisabidillas, verlos u oírlos es un espectáculo grimoso.

Tras casi cuatro años de campaña electoral se acercan las elecciones generales y todos mueven ficha temerosos, algunos de no perder el chollo, prestos a pillarlo los otros.

El penúltimo capítulo de esta historia ha ocurrido en Madrid y ha tratado sobre el lugar a ocupar en las futuras listas electorales del partido popular. A pesar de haber sido elegidos por sus conciudadanos como alcalde y presidenta de la Comunidad, Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre no se han escondido a la hora de ofrecerse como acompañantes de Mariano Rajoy, eso sí en un lugar destacado.

Todos a estas alturas sabemos cómo ha acabado la trifulca que a los gaiteros nos trae al pairo. Lo que no deja de sorprendernos es la alta valoración que el alcalde de la capital de España tiene no ya entre sus fieles, no en todos es cierto, sino sobretodo en los que no son votantes potenciales de su partido.

Ni gallardo ni calavera, a nosotros siempre nos ha parecido un repelente niño Vicente cuya presencia nos ha causado más bien repelús. Todo en él nos suena a hueco y falso, a pose calculada pendiente siempre de las encuestas. Con chófer y coche oficial desde su primera comunión, hasta su segundo apellido nos produce sospechas y no nos extrañaría que no contento con llamarse Gallardo hubiera decidido aplicarse un sufijo aumentativo.
De cualquier manera nuestras penas, con pan o sin ellas, las destinamos a empresas mayores y si en su partido y en el resto, sus dirigentes deciden comerse como tiburones, mordisco por la espalda va, mordisco viene, no lloraremos por ello.

Preferimos imaginarnos con el verdadero diablo de Tasmania, a bordo de su yate Santana, como el más torpe de los grumetes, viento en popa a toda vela, a babor, siempre a babor.

¡Avante toda!

sábado, 19 de enero de 2008

Los intrusos del calendario



Es remarcable la habilidad de los seres humanos en recordar sólo lo que queremos y aún más la de creernos con unas capacidades superiores a las que realmente atesoramos.

Por estas fechas es habitual además, armarse de buenos propósitos. De antiguos que no has conseguido y de nuevos que hacía algún tiempo que te rondaban por la cabeza. El inicio del año es lo que tiene. Borrón y cuenta nueva. Con bríos renovados y poca memoria, como si fuera la primera vez que lo intentásemos.
Para este viaje no son necesarias muchas alforjas. Basta, como decíamos, poca retentiva, un bolígrafo y un calendario, si bien es cierto, como habrán notado los más puntillosos, que para escribir puede sernos igual de útil un lápiz, una pluma o un rotulador. Lo que es imprescindible, más aún que una memoria de mosquito es un buen calendario con sus doce meses, doce causas, y sus 365 días o como este año, 366, ni uno más ni uno menos.




Y por calendarios no será. Los hay de todo tipo. Más o menos estilosos, más o menos lucidos, más o menos aparatosos. Eso sí, como en casi todo, los tiempos han cambiado.

¿Dónde están aquellos calendarios que antiguamente encontrábamos en cualquier taller mecánico orgulloso de serlo? ¿Dónde han ido a parar aquellas beldades que los adornaban vestidas igual en diciembre que en agosto?

Cada vez son más difíciles de encontrar. El intrusismo también ha llegado al gremio. Se ha dejado de lado la profesionalidad de antaño y el amateurismo campa a sus anchas haciendo mucho daño.

Ahora cualquiera se levanta por la mañana y se cree que los demás tenemos ganas de verlos medio desnudos, con la boca entreabierta haciendo mohínes extraños.

Que acabamos de jubilarnos y estamos aburridas, calendario al canto. Y si a nuestro nieto le da un pasmo al vernos, pues se siente.

Que no tenemos agua caliente en el gimnasio y el presi de nuestro equipo de baloncesto no se enrolla. Tranquilas, llamamos al amigo de un amiga de un vecino del primo del sobrino de mi ahijada que me parece que hizo un curso de fotografía y santas pascuas.

Que nos cierran el centro donde hacemos cerámica y restauraciones varias. Alto ahí. Antes que nos fotografíen medio en pelotas rebozadas en arcilla.

Más aún, no hay cuerpo de seguridad que se precie que no nos deleite con un calendario propio. Uniformes para que os quiero, que vale, no seré el tipo más simpático del cuerpo pero eh, mira junio y como ha salido mi cuerpo saleroso, sin quitarme las gafas de sol, claro.

Si por el contrario a alguna de las chicas que humedecieron nuestra adolescencia se les ocurriera empezar a ponernos multas a troche y moche, los gritos policiales despertarían de la siesta hasta a los esforzados astronautas de la estación espacial Mir, si es que todavía queda alguno.

Por suerte, como casi siempre, dios aprieta pero no ahoga, y desde hace décadas los aficionados a los calendarios clásicos saben que hay alguien que en silencio sigue pensando en ellos.

Ave Pirelli, los que van a volver a intentar dejar de fumar este año te saludan.

martes, 8 de enero de 2008

Enero cuesta




Llevamos una semana de este simpático nuevo año recién estrenado dándole a la sesera y no se nos ha ocurrido mejor manera de empezarlo que la que os sugerimos a finales del anterior. Bailar, o por lo menos, si los resfriados traicioneros o un exceso de pudor mal entendido no os permiten otra cosa, viendo como lo hacen los que saben.

Os ofrecemos dos piezas imperecederas que los buenos aficionados recordaréis con placer y que los que no tenéis el gusto, pero paradoja mediante, sí buen gusto, agradeceréis hasta que la muerte nos separe.

Con todos vosotros las largas piernas de Cyd Charisse. Con ellas, todas las cuestas, incluida la de enero, se hacen mucho más cortas.








lunes, 31 de diciembre de 2007

¡¡Twist twist!!



Es costumbre que todo lo que empiece, termine. Y este año, que hemos vivido no muy peligrosamente, no podía ser menos.

Es práctica habitual también, aprovechar esta noche para pimplar todo lo que te había quedado pendiente del resto del año, por un precio además, cuatro veces superior al del día anterior. No seremos nosotros quienes le pongamos peros a tan antigua tradición. Allá cada uno con su hígado y con su bolsillo.

Copa en mano o no, los gaiteros creemos que la mejor manera, junto con una o dos más, de despedir el año y darle la bienvenida al siguiente es twistear con frenesí y dejar rodillas y caderas al borde de la luxación.

Por ello os ofrecemos dos muestras de cómo debe hacerse. Para que lo disfrutéis esta noche y alguna otra más. Sin contraindicaciones.

Y como no podía ser de otra forma y cumpliendo con otra tradición inexcusable de estas fechas, os deseamos un feliz 2008.

Quien sabe, quizá sea vuestro año. Por lo menos es un día más largo. Algo es algo.

Por último, y para no dejarnos ninguna tradición en el olvido, aprovechamos para pedirle a este nuevo año algo sencillo. Los gaiteros, de natural humilde, no aspiramos a mucho más.

Nos bastaría con no tener que oír nunca más que ningún entrenador, reputado o no, del deporte que sea, incluida la fórmula uno, -perdón, habíamos dicho deporte-, ha vuelto a decir a alguno de sus esforzados pupilos aquello que Johan Cruyff, gran jugador y entrenador y mejor persona, dijo a los suyos poco antes de la mítica final de Wembley.

Salid y disfrutad. Probablemente una de las frases más memorables del pasado siglo y con toda probabilidad la más repetida y peor utilizada.

Y ahora, no sean rancios y, ¡a twistear!

O salgan y disfruten, ustedes mismos, que ya son mayorcitos. Un año más concretamente.









jueves, 13 de diciembre de 2007

En lo más crudo del crudo invierno




Está nevando en Virginia y los nuestros van descalzos.

Parece ser que ésta es la única contribución de Scott Fitzgerald a Lo que el viento se llevó. No es gran cosa para una película que dura cuatro horas dirán algunos, -los de siempre-, pero sin duda es suficiente para mostrarnos el talento de su autor y hacer que la obra en cuestión sea aún más maestra.

En todo caso, ni nosotros somos el gran Scotty o su primo hermano Gatsby, también grande, ni estamos en Virginia, aunque el frío que hace estos días pueda llegar a parecerlo, por muy calzados que vayamos.

Cada uno lo lleva como puede. Algunos se decantan por el método Boris Yeltsin y se ponen de vodka hasta las orejas y más arriba, variante del más antiguo y tradicional, algo en desuso hoy en día, que precisamente responde al nombre de Scott Fitgerald, y que en vez de vodka se hacía con dry martinis, agitados, batidos, en escabeche o en pepitoria, según la hora del día.

Otros, más caseros y ajenos a todo lo relacionado con el cambio climático, optan por atrincherarse en casa y darle a la calefacción un tute de campeonato.

No seremos nosotros quienes os digamos cuál de las dos opciones es mejor. En todo caso, recordaros que no son las únicas. Así que para ayudaros a soportar tan gélidas jornadas, os proponemos una alternativa.

Vaso corto, vuestro destilado preferido y los chicos de la playa, la banda ideal para todas las estaciones y temperaturas del año, a todo trapo. Probablemente no tendréis menos frío pero seguro que estaréis más a gusto.

Se acercan además las fiestas de navidad, puntuales a su cita anual, aunque cada año dan la sensación, -ojo, una sensación nada más-, de empezar un poco antes, y se comenta que hay quien también utiliza algunos de los métodos antes mencionados, y otros menos contemplativos, ninguno de ellos muy cartesiano es cierto, para sobrellevarlas de la mejor manera.

Tanto si sois de los que se pasan el año esperando a que lleguen, como si lo que preferís es arrancar a mordiscos del calendario fechas tan señaladas, os deseamos a todos, felices fiestas.

Nosotros ponemos los Beach Boys. Los licores son cosa vuestra.